Peculiar domingo. Como única compañía la manta, Kenzo y mi siempre fiel acompañante, mi madre. Después de vaguear largo rato, mirar la tele sin ver nada en concreto y dormir algunos minutos. La cabeza comienzó a funcionar más rápido que mi propio cuerpo, como si fuera una estructura a parte, una estructura totalmente viva. Mi cerebro se colmó de numerosas eclosiones de preguntas, muchas de ellas no poseían respuesta, numerosas reflexiones, muchas de ellas, sin sentido alguno. Tenía que soltarlo de alguna manera, todas aquellas reflexiones no podían quedarse dentro de mí, exploté. Como siempre, la que tendrá que paliar aquella ansia será ella, mi heroína.
Después de aquella explosión de palabras, sentimientos y alguna que otra lágrima de esas que sólo se derraman cuando sientes esa presión en el pecho que apenas te deja respirar. Aquellas palabras venían a decir, básicamente, que me rendía, no podía seguir con aquello.
Rápidamente, sin mucho tiempo de por medio, la reacción de mi madre se hizo notar, su cara era una mezcla entre desaprobación y paciencia.
Las únicas palabras que salieron de su boca consiguieron que todo aquel torrente de pensamientos y frustraciones saliera de mi cabeza para siempre. Cada vez que volviera a un momento como aquel recordaría esas palabras y seguiría, saldría adelante como hasta ahora.
"Adriana, sólo te voy a decir una cosa, si quieres creerla la crees y si no, pues no, evidentemente. Sé que probablemente no te convenzan, pues eres demasiado autocrítica, pero pienso recordártelo cada día. Desde pequeña has sido una niña fuerte, de las más fuertes de todo tu grupo, siempre fiel a tus principios, esa era la niña que yo había criado durante tanto tiempo. Esa niña que lucharía hasta la saciedad para defender lo que ella creía correcto, esa niña de la que siempre me sentiré orgullosa, mi niña".
Aquellas palabras se quedaron durante el resto del día dando vueltas en mi cabeza, aquellas palabras se habían clavado en mi alma, para no abandonarme nunca más. Aquellas palabras mencionadas por mi maestra se habían convertido en una filosofía de vida, en mi filosofía de vida. Gracias, mamá.
ARSC.
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