Son las 09:00 am hora local bilbaína. Suena el despertador, aquel sonido estridente que llevaba odiando desde hacía ya nueve días. Al menos, era más tarde que de costumbre. Después de desayunar y recoger la habitación, hicimos el check out. Una vez en el aeropuerto siento la necesidad fisiológica de un café para poder mantenerme en pie.
Pero necesito aún más comprar una revista, mi revista, la Vogue Spain. Al leerla es como si viajara a otro mundo. El vuelo se retrasa, toca buscar una segunda opción. Ir al dutty free, es la más acertada. Toda la sala está repleta de perfumes. Después de que mi hermana me hiciera oler mil fragancias. Llegamos a la sección de Versace, allí encuentro un perfume que me es cuanto menos familiar, me recuerda a mi hogar. Es su perfume, ese olor que necesito cada segundo de mi vida, ese olor que me encanta, su olor. Sin pensarlo mucho, me pulverizo una sola vez de aquel bote azul con letras doradas. ¿Por qué? Pues realmente no lo sé, quizás porque me gusta, o quizás por simplemente recordarle. Sinceramente pienso que la segunda opción placa a la primera.
Necesitaba volver a oler aquello, por mucho que no lo pueda olvidar, de alguna manera necesitaba saber que él seguía ahí conmigo. Durante todo el viaje y desde que me puse aquel perfume no paré de olerme el brazo derecho a la altura del antebrazo. Cada vez que por mi nariz se deslizaba aquel olor entre afrutado y floral viaja hasta donde él se encontraba. Podía recordar aquella última noche que pasamos juntos, piel con piel. Incluso imaginaba que él estaba allí mismo, al lado mío, respirando sobre cada uno de mis poros. ¿Emparanoiada? Quizás. No sé si será sano o no. Pero más que por salud, era por necesidad. La necesidad de sentir que él seguía aquí, conmigo, a mi lado. La necesidad de saber que él estará allí cuando llegue. Pero sobretodo la necesidad de amarle cada milésima de segundo que pasa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario