El recuerdo de tu mirada al entrar en aquella ducha todavía consigue hacer erizarme hasta la médula. Y consigo evocar esa sonrisa pícara y a mi mordiéndome mis labios aguantándome las ganas de besarte...
El agua caliente estaba fría en comparación con nuestros cuerpos desnudos.
Me agarraste de las caderas y me atrajiste hacia ti, nuestras miradas se fundieron, nuestras bocas se buscaron.
Aún puedo sentir tus besos, esos besos que comenzaban suaves pero conforme aumento nuestro deseo se hacían cada vez más profundos y juguetones.
Recuerdo esas manos que sabían cómo y donde debían acariciarme, esas manos que bajo mil gotas subían y bajaban. Recorrían cada milímetro de mi piel, como el agua, pasaban por mi cara, mi cuello, mi pecho, hasta llegar a mis caderas y perderse en ellas.
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